Editorial: Ayer recibí el vídeo que han hecho los sanitarios del Hospital de Manacor. Después de más de un mes al pie del cañón, preparados para lo que haga falta, en la tercera planta de nuestro centro sanitario de referencia y recibiendo a los contagiados e infectados de nuestras comarcas que abarcan las 150.000 personas del Llevant, Pla y Migjorn, siguen firmes dejando claro que van a resistir, sin flaquear, que su profesión es algo más que una manera de cubrir sus necesidades con ese sueldo imprescindible que nos ganamos todos.

Me alegró, me emocionó, ni un paso atrás ante el virus asesino. Rápido lo colgué en mi Facebook para los casi 5.000 amigos que tengo en esa red social puedan verlo y sepan que nuestro Hospital de Manacor (lo conseguimos todos con aquella sonada manifestación, bajando a Palma a decir lo mismo que ahora clamamos, no queremos que nuestros abuelas/os mueran por el camino), está ahí orgulloso y remangado. Me hizo gracia verlos allí, intuí su sonrisa debajo de sus máscaras de satisfacción del deber cumplido.

Me quedé pensando con este vídeo y con otros muchos que me llegan, son tantos que deben recibir nuestro aplauso que se termina el folio de agradecimientos. Cada día por mi trabajo en los medios de comunicación salgo a realizar lo urgente, para que ustedes tengan las noticias. Observo el personal de limpieza, ellos nos recogen todas las bolsas que dejamos a diario de vidrio, plásticos, cartón, orgánica, trastos, y tanta basura que generamos. Adecentan nuestras calles y las desinfectan. Recogen los contenedores y en muchas ocasiones sin las medidas de protección que deben ser preceptivas.

Cuando hago fotos, veo a veces controles de las fuerzas de seguridad, están ahí en primera línea, nuestros agentes (Guarda Civil, Policía Nacional, Policía Municipal, Ejército, Voluntarios de Protección Civil, Guardias de Seguridad y tantos otros que dan la cara para que esto salga bien y un día no muy lejano podamos ver el sol desde donde nos gusta, aquel paseo, la playa, el acantilado, en una comida con nuestros seres queridos, en un descanso de nuestro trabajo, en un viaje, en la sobremesa de nuestro ocio, en la terraza de moda, bar, restaurante o en encuentros sociales.

Me encargan algo en casa para salir lo menos posible en esta cuarentena y aprovecho para ir al Hiper. Allí también hay primera línea desde el comienzo de todo, soportaron y sufrieron las primeras aglomeraciones, han tenido muchas bajas aunque no lo digan, y dan la cara todos los días sin importarles que quienes llegan a comprar pueden infectarlos. Lo mismo ocurre en los mercados de agricultores y ganaderos, en las empresas que te llevan las frutas y hortalizas a casa, la carne. Tantas cosas para que el encierro sea total y tengamos resultados pronto.

Paso a menudo por el estanco cerca de casa, la farmacia, la óptica, el Ayuntamiento, juzgados, notaria, registro, correos, etc, ellos son primera línea, ahí están porque el Gobierno dicen que son esenciales, y por el quiosco de venta de prensa. También recibo las revistas semanales locales, la reparten equipos varios con la ilusión de llevar las noticias e imágenes en el papel de siempre, el formato que tanto nos gusta. Vas por el pueblo y ves quienes son primera línea, los que dan la cara, nuestros héroes y heroínas. Son tantas profesiones que seguro me dejo varias, lo siento, tengo que terminar alguna vez los agradecimientos, el folio no permite más, habrá más días. Pero sois los mejores de nosotros.

Se para a mi lado en el paso de peatones un pequeño camión y veo que los amigos del reparto también son unos campeones/as. Los transportistas, que nos llevan todo cerca para que en nuestros domicilios no falte de nada en este encierro. En los vídeos que les contaba veo tantos detalles de personas anónimas, músicos, artistas, autores improvisados y circunstanciales, ONGs, que siento orgullo inmenso de mi pueblo, sus gentes. Nada será como antes, seguro. Estoy convencido que esta lección es por algo, siempre las cosas suceden por algún motivo. Rafael Gabaldón San Miguel.